martes, 29 de julio de 2014

ROBERT RODRIGUEZ, EL REY DEL VIDEOCLUB



Siempre es un buen momento para hablar sobre Robert Rodríguez pero ahora aún más con el estreno de "Sin city, a dame to kill for" a la vuelta de la esquina y con este póster tan molón que se ha regalado el director a si mismo, porque sí, porque se gusta. Pero no quiero repasar la filmografía de este hombre alabando sus virtudes y hablando de sus films y tal, lo que quiero es reivindicar la figura de Robert Rodríguez como el gran director videoclubero que es en realidad, porque lo es y vosotros no sabéis verlo pero la esencia está ahí.

Desde su "Mariachi" de los noventa hasta su "Machete" de los dosmiles Robert Rodríguez ha creado una fauna de personajes, de situaciones y de películas muy de videoclub, muy de sesión golfa, que muchos han visto como exceso y tapadera para su nula creatividad pero que otros, como es mi caso hemos visto como un verdadero deleite de la chabacanería y la cercanía con el espectador de a pie, no quiero que esto suene reivindicativo ni nada en plan Rodriguez nos anima a alzarnos con su cine palomitero loquer, sino como el director que ama el disfrute de antaño, el de las pelis de Dolph Lundgren y Charles Bronson, el de productoras como la Cannon o la amada por un servidor Carolco. Robert Rodríguez es el director que mejor entiende el concepto de entretenimiento de los últimos años, sabe lo que gusta y lo explota hasta límites a veces excesivos, no porque no sepa contenerse sino porque no quiere.

Cojamos así al azar una película de este hombre, quizá su film más celebrado "Abierto hasta el amanecer", dentro de lo "elegante" que se puede considerar a esta película, debajo de un guión rápido de Tarantino subyace esa esencia de cine de taberna sudoroso, alcohólico y sexy que tan bien se le da a Rodríguez y que tanto muestra en sus films; una esencia de videoclub, de película cochambrosa de serie B con tiros, sangre, vísceras y sexo gratuito, no es el exploit al uso del que tanto se enorgullece Tarantino en revitalizar (que lo hace y muy bien) sino que es algo diferente, es brillante en sus homenajes y es brillante también en su energía y su ritmo, heredado del cine de John Carpenter o si nos queremos poner en plan cochambres, un Roger Corman con más presupuesto.



Ahora hablemos de su penúltimo film estrenado "Machete kills" el concepto Machete ya es bastante videoclubero y bastante Grindhouse ¡que narices! de hecho nació en aquel proyecto lascivo y sucio que fue la sesión doble que rodó junto a Tarantino, un desparrame gratuito de sangre y diálogos bestias a más no poder que rememoraba las sesiones golfas setenteras. En ese contexto de dos amigos medioborrachos pero con mucho cine en sus venas que se montan dos películas geniales por excesivas y burras, nace el señor Machete, ya visto en la trilogía de "El Mariachi" pero aquí elevado a su máximo exponente, cine de explotación, eso era el tráiler, en lugar de blackexplotaition es mexicaexplotaition (ahí estamos, inventando nuevos términos) un jugoso divertimento para buscadores de rarezas, que se pudo quedar ahí, como una broma pero que Rodríguez convirtió en realidad y en orgasmo para amantes de la comedia más bizarra. El primer "Machete" no fue ni más ni menos que alargar la broma y le salió bien a Robert, estiró la gracia durante noventa minutos y le quedó un remedo de películas de videoclub de barrio, de producciones ochenteras de la Cannon y de su propio estilo muy molón, porque Machete solo se puede definir con la palabra "molona" porque lo es y mucho.
Pero entonces llega su secuela y lo que para muchos es un exceso desmesurado de un director que ha perdido el norte, para mi es la obra cumbre de un director en el punto álgido de su carrera. "Machete kills" como su predecesora han hecho más por el revival ochentero cinematográfico que toda la carrera de Tarantino y todas las tiendas vintage del mundo; todo es más grande, más loco, más sinsentido y más explotaition que en la anterior entrega, es más reivindicativa de un tiempo pasado y tiene más cine y más morriña en sus escenas que cualquier programa de deshechos televisivos de antaño. Si al final Robert Rodríguez termina su tilogía sobre Machete yo lo celebraré viéndolas del tirón porque es la carta de amor de un director al cine que ama y que echa en falta.

Pues por todo eso Robert Rodríguez es un director a reivindicar más allá de sus delirios con "Spy kids" o sus momentos artísticos con "Sin city", porque la verdadera esencia de este hombre radica en sus obras pequeñas, en Machetes que nos hacen recordar que cualquier tiempo pasado fue mejor y más si desprende ese tufillo a peli de acción cutre en una estantería de videoclub de barrio.