lunes, 19 de noviembre de 2012

HOLY MOTORS. UNA PELÍCULA INMORTAL


Esta crítica la podría haber escrito hace dos meses, hoy mismo o dentro de siete años y mí opinión sobre esta película sería la misma. El arte en primera persona, el arte como expresión y no como negocio, el arte como pureza y el arte como arma para reclamar a voz en grito la libertad. Al igual que el protagonista del film el arte se disfraza de mil maneras diferentes para desnudarse ante nosotros y cegarnos con la maravillosa luz que solo los clásicos irradian.

La última película de Leos Carax es, arte en movimiento y el director lo sabe perfectamente. Un diamante en bruto, un lienzo en blanco, como es el propio Dennis Lavant, el otro nombre con mayúsculas que destacan en la película. Carax nos presenta una historia sobre el oficio de actuar, pero no como un trabajo elegante al estilo del teatro victoriano con mujeres disfrazadas de hombres o como esas pelis de Robert Altman donde los actores mayores daban clases maestras a las nuevas generaciones; Carax nos propone un juego mucho más sucio, el señor Werner Herzog lo llamaría "de guerrilla" y no iría del todo desencaminado, ya que para Carax y Lavant actuar es una putada, una rutina fatídica y sucia de la que, extrañamente se extrae la esencia que hace que sigas trabajando, eso es en el fondo esta película, una búsqueda por encontrar el "porque" de seguir levantándose cada día y seguir realizando un tedioso trabajo al que no encuentras ningún sentido ya que el verdadero significado ya no está ahí.


Pero para ello el tándem Carax/Lavant nos brindan un viaje en limousina enfermizo, efectista a más no poder y hermoso. Os aseguro que hay planos y escenas en este film que se os quedarán grabadas para siempre en la retina, de ahí que haya titulado a esta crítica "Una película inmortal" porque, para bien o para mal, escenas como la del cripy del cementerio (la de la foto de arriba) o la del detector de movimiento (la foto de abajo) son increíbles y sobre todo imaginativas, porque si algo cabe destacar del film es que es imaginativo a más no poder, la mente de Leos Carax es un cazo hirviendo del que se van sacando escenas enigmáticas y brillantes para contarnos la historia de Oscar y sus múltiples personajes: el asesino, el loco, la anciana, el padre de familia, el actor, el hombre, el moribundo, el hombre de negocios; el juego empieza desde el minuto uno y nunca vas a saber del todo que es verdad y que no, porque así imagina Carax la realidad, como un mundo repleto de capas en la que ya no queda lugar para la pureza, para lo inocente, para el amor.

Las historias que Carax y Lavant dibujan para cada personaje (o acto) son terribles, no solo por la caracterización de Lavant que es espectacular en cada escena sino por los secuandarios que lo acompañan; desde el extraño personaje de Eva Mendes, al triste y puro de Kilie Minogue, que junto al de Michel Piccoli son lo más cercano a la realidad que Carax nos deja rascar, son terriblemente tristes.


Pero si en este juego hay una pieza esencial ese es Dennis Lavant, el actor protagonista que se enfrenta en cada segundo a un verdadero "tour de force" con él mismo para superarse, para que cada personaje que interpreta con su correspondiente caracterización sea mejor que el anterior, incluso ñel mismo, al desnudo, practicamente, en el "Entreacto" hará las delicias de todos los espectacores que se acerquen al film. Lavant es, como he dicho antes, el lienzo en blanco donde Carax dibuja sus historias y Lavant debe defender esas historias por ridículas que algunas parezcan y lo hace, joder si lo hace, el tío sale victorioso de cada acto; por eso cada vez que vuelve a la limousina tras terminar su actuación es digno de aplauso, este hombre consigue salir con la cabeza bien alta, con las dos orejas y el rabo de este surrealismo tan bien realizado que es fácil de seguir a pesar del juego de Carax/Lavant.


Vaya, lo reconozco, pensaba que esta crítica no me iba a salir, como Lavant me he ido quitando pesos de encima, he ido mutando, serpenteando y como he podido he llegado al final, final que, como en el film espero dejar en todo lo alto. Holy motors ha venido a nosotros porque la necesitamos, porque parece que ir al cine y ver una película se ha convertido en una rutina vacía y que nos estamos convirtiendo en unos robots que actuamos con la cabeza agachada sin pararnos un segundo a contemplar el paisaje, sin disfrutar de películas como esta, experiencias enigmáticas, inolvidables y necesarias, que, tras varios días de reposo mejora en la mente y te hace entrar en un mundo paralelo, el cerebro de Carax, un lugar extraño y paradójicamente confortable, un lugar donde el cine importa no por lo que cuesta, sino por lo que transmite, es cine con siete capas de maquillaje sobre él, efectista hasta decir basta, pero debajo de ese maquillaje y esas prótesis solo quedar el arte al desnudo del que hablaba al principio y que espero, tras leer la crítica hayáis conseguido ver. El cerebro de Carax es un buen lugar donde perderse, ya sea con un asesino, un loco, un padre de familia...

10/10